Publicado: 24-07-2011 en Sin categoría

Quiero escribir algunos artículos sobre el humor en Cuba en los últimos treinta o cuarenta años y sus fuentes más palpables, así que llegar a Les Luthiers (volver a llegar, pues encontrarán en este blog una breve reseña de Lutherapia, su espectáculo más reciente, que escribí en octubre pasado) era sólo cuestión de tiempo. Exhumé, entonces, el siguiente artículo que escribí en septiembre de 2004 a solicitud de la embajada argentina en La Habana para un evento acerca de la presencia de la cultura porteña en Cuba. En ese momento, el extraordinario humorista Roberto Fontanarrosa, colaborador creativo de Les Luthiers a quien menciono en el texto, no nos había dejado algo más solos y amargados en este mundo de segunda mano; su muerte en 2007 fue, no sólo injusta y absurda, sino inaceptable. Por esa razón preferí no cambiar una palabra del texto, donde Fontanarrosa está vivo, como debe ser.

                     

 LES LUTHIERS EN CUBA

Oí hablar de ellos por primera vez a Fidel Gamboa, un costarricense que estudiaba conmigo Historia del Arte, allá por el ochenta. Siendo músico él mismo, viniendo de un país donde actos tan inmorales como viajar y comprar discos son perfectamente legales, y conociendo además mi temprana inclinación hacia la literatura humorística, me instaba a rastrear información sobre un grupo argentino genial e impronunciable.

Es evidente ahora que el Conjunto Nacional de Espectáculos, fundado por Virulo (Alejandro García) y responsable de un número de excelentes o al menos oportunos espectáculos durante la década (GénesisEl bateus de AmadeusLa Esclava contra el Árabe) estaba mejor informado que yo, lo suficiente como para invitar a Les Luthiers a Cuba en 1983. El desempeño del propio Virulo y otros actores del conjunto (Carlos Ruiz de la Tejera, el chileno Jorge Guerra) revelaba, entre otras, la golosa lectura del discurso lutheriano. Sin embargo, cuando Marcos Mundstock, Jorge Maronna, Carlos López Puccio, Daniel Rabinovich, Carlos Núñez Cortés y Ernesto Acher desembarcaron en la Habana, no había mucha gente aparte de Virulo que supiera qué esperar de ellos.

Yo estuve en el primer espectáculo en el teatro Mella. De hecho, recuerdo a los Luthiers entrando al teatro por la tarde; recuerdo a Lopez Puccio pasando a mi lado, con tejanos, camisa oscura y melena sin podar. Fue difícil, pero no mucho, conseguir entradas: aparte del breve guarismo de conocedores, en la ciudad siempre hay un público flotante que consume todo lo que ofrecen los teatros. De lo que sí estoy seguro es de que nadie se esperaba algo así. Durante una hora y tres cuartos, Les Luthiers le voló la cabeza a la intelligentzia habanera. Simplemente, uno no podía cree que seis tipos, sin cambios de vestuario y absolutamente huérfanos de escenografía (más allá de una mesa y varias sillas) pudieran generar tantos universos y ser, a un tiempo, virtuosos frente a cualquier instrumento imaginable. Y eso que algunos en verdad eran desafíos a la imaginación.

En 1984, cuando regresaron, ya la cosa fue distinta. Ofrecieron su espectáculo en el teatro Nacional; fue la primera vez que recuerdo haber permanecido casi un día entero en una cola. En una cola para comprar entradas. Seguramente hice un pacto con algún cómplice de aula para que quien pudiera acceder a los preciados tickets comprara para todos, y luego accedimos ambos, así que tuve entradas dobles. Eso me creó un dilema: ¿debía ir dos veces, o cederle las que me sobraban a un amigo con menos suerte?

Ver el espectáculo por dos noches consecutivas fue una experiencia interesante, para constatar qué es invariable y cuánto depende del ánimo cambiante y jodedor de los actores y de la respuesta del público. En particular, las imperturbables presentaciones de Marcos jugaban con los segundos y los silencios para llevar a los de abajo a una especie de paroxismo casi asmático.

En esos días de relativa bonanza económica emergía en Cuba -no sólo en la Habana, para variar- un movimiento de teatro humorístico que diez años después parecería listo para convertirse en gran cultura. Grupos como La Seña del Humor en Matanzas y NOS-Y-OTROS en la capital estaban integrados, no por actores profesionales, sino por ingenieros, músicos, artistas plásticos, escritores como Aramis Quintero en la primera agrupación o, en la segunda, el autor de estas breves pero sustanciales líneas. Ignoro si los de la Seña vieron a Les Luhiers o sólo escucharon sus grabaciones, pero lo que resulta notorio como un rasta jamaicano en una orgía sueca es que se lanzaron a copiarlos con entusiasmo. Los NOS-Y-OTROS también, desde luego, y de ahí en adelante otros colectivos con más entusiasmo que posibilidades.

Es interesante que los mismos Luthiers no fueron, en un principio, actores conjurados para hacer reír. El colectivo que desde 1965 irrumpió como un virus en el panorama cultural bonaerense, bajo el nombre de I Musicisti y, desde 1967, de Les Luthiers, lo conformaban criaturas de profesiones tan disímiles como locutor, notario, ingeniero, doctor en Química, director de orquesta, bajo la dirección e iniciativa del arquitecto Gerardo Masana. Por otra -y significativa- parte, el grupo estuvo vinculado en esa etapa al Instituto di Tella, un emporio artístico de trascendencia continental. Las exposiciones,performances, la exploración en toda línea que el Instituto cobijó y promovió fueron el nicho ecológico en que los jóvenes Luthiers presentaron sus primeros espectáculos. No hay que esforzarse mucho para establecer un paralelo entre ese panorama y el de la Habana de los ochenta, con la plástica trangresora en el Castillo de la Fuerza y el parque de 23 y G, los trovadores Santiago, Frank, Carlos y Gerardo en la Casa del Joven Creador -actualmente museo del ron- , la peña de 13 y 8, el rock de Venus y Gens, el programa de Ramón (Fernández Larrea), el movimiento de Cine de la AHS, y un montón de jóvenes universitarios locos por salirse de la norma y traer a esta ciudad un poco de subversión y escándalo, aunque fuera, como diría Fito, por cambiar no más.

La Seña utilizó a menudo la estructura de presentador y pieza nucleada en torno a la música, el contraste entre la pomposidad y la miseria humana. Cabría recordar sketches como Los Caballeros Templarios, la Controversia Campesina, el Bolero de Brahms. Chistes como el aburrimiento del músico que no toca sino en uno o dos compases de una pieza larguísima fueron tomados casi al calco. El absurdo de los inacabables debates entre los Luthiers Daniel y Marcos tuvo un provechoso descendiente en el Duólogo de Aramís y José Pelayo.

Si la Seña sólo lo hizo a veces, NOS-Y-OTROS fue más lejos al adoptar como sello el look de sus ídolos: para empezar, eran también seis, y vestían de negro. De la misma manera hicieron suyo el sistema de presentador y pieza marcada por la sobriedad escénica. Si no escoraron tanto hacia la música, por el hecho de que sólo dos de ellos tenían medianos talentos musicales, ahondaron en cambio en la vertiente absurda, en piezas como PolicialExploradoresAnodino y la Lámpara Maravillosa. Si el compositor injustamente preterido por la historia era, para Les Luthiers, Johann Sebastian Mastropiero, para NOS-Y-OTROS era el profesor Max Thurber.

Les Luthiers nunca volvieron a Cuba. Ellos sabrían por qué; quizás simplemente nadie volvió a invitarlos. Como el rock argentino o los cantautores brasileños, como Milan Kundera y Woody Allen, Les Luthiers fue para estudiantes e intelectuales cubanos una alternativa elitista, identificativa, la cultura que pasaba de mano en mano, lo que no te puedes perder si quieres ser tenido por tipo culto. Hasta el advenimiento del CD y el MP3, fue gloriosamente difícil conseguir sus grabaciones. Ahora ya cualquier comemierda las tiene.

En lo tocante a Fontanarrosa, estoy dispuesto a jurar que estuvo una vez, junto al colombiano Daniel Samper y el nica Roger, en la Facultad de Artes y Letras, conversando con los estudiantes, seguramente invitado a una bienal del Humor de San Antonio. Fue Enrique del Risco -un extraordinario escritor que durante un tiempo, antes de emigrar, estuvo de alguna manera vinculado a NOS-Y-OTROS y la peña de 13 y 8- quien me pasó el primer libro del rosarino, No sé si he sido claro. Me gustó tanto que inmediatamente pasó a formar parte, junto a Chéjov y Mark Twain, del clan de cuentistas predilectos que uno echa en la batidora cuando se pone creativo. Enrisco y yo metimos alguna historia del Negro en el primer número de Aquelarre, una revista de humor joven que no sobrevivió a ese primer número. No creo que haya influido tanto a otra gente como a mí. Así que si alguna vez regresa a Cuba, lo menos que puede hacer Fontanarrosa es visitarme y decir que le encantó un cuento mío que leyó en alguna parte.

 

comentarios
  1. Gracias Eduardo por compartir este humildísimo homenaje a LL…
    Me gustaria añadir que para la epoca en que escribiste eso ya existia tambien el Konstantin Von SauerKraut de Virulo, otro Mastropiero que nunca.
    Un abrazo de respeto y admiracion por tu enorme talento.
    Keep on rocking!!

  2. Ruben Roig dice:

    Muy bueno .. muy bueno !!!

    Soy un admirador de Les Luthiers que se perdio el primer espectaculo de ellos en Cuba … y por supuesto el segundo tambien. Pero tuve la dicha de conocerlos en cassettes, luego en cortos e ilegales videos, para ahora tener coleccion de sus discos.

    Durante mucho tiempo usaba de profilaxis nocturna para la familia antes de acostarnos, ver algun repetido sin saciedad video de Les Luthiers. Creo que gracias a eso se desarrollo un poco el humor fino en la familia y tambien nos ayudo a olvidar los pesares de la vida a la hora de dormir.

    Cuando años despues conoci del espectaculo Lutherapia, fue obvia mi emocion. Para mi siempre fuero eso … terapia de la mejor.

    Ojala un dia esta cultura de playa y jodedera de Miami de cabida a tan geniales hombres.

    • F. Hebra dice:

      Roig: Pues ponte pa’las cosas y deja tú la playa y la jodedera porque yo he visto ya a Les Luthiers al menos tres veces aquí en Miami.

  3. Say dice:

    Me encantó! Gracias, Eduardo!

  4. Ray dice:

    Eduardo:

    Parece que eres poco pragmático y no aprendes de las estadísticas. Temas como el de este post interesan a unos pocos y el «ranking» baja estrepitosamente. Asume que lo que a la gente que aquí concurre es principalmente lo político, no lo cultural o filosófico, ya que como esta la cosa de jodida en Cuba hay poco tiempo y animo para la nostalgia..

    De todas formas -y con todo tu derecho- en tu blog escribes lo que te da la gana, que para eso es tuyo.

  5. Ray dice:

    Cánteme
    quien tenga el verso,
    mas no con los cristales primorosos,
    que el tiempo ya no es tema de reposo
    si no crisol más áspero que terso.

  6. Ray dice:

    Cánteme
    quien tenga saco
    donde no exista sitio al miedo vano.
    Cánteme
    aunque no sea del todo sano
    pero canción al fin y no matraco.

  7. Frank dice:

    Eduardo; gracias una vez más por traer de nuevo a mi memoria aquellos gloriosos y nada tristes días de los 80’s. En especial, esos especiales de Les Luthiers, ellos abrieron ojos y caminos. Y no todo es ni puede ser sólo política, si fuera así, que fuera del corazón!!
    PD: oye, por favor, postea algo nuevo en Literatura!!

  8. desiree dice:

    Hola Eduardo,
    espero que estés muy bien.
    Entonces estudiaste con Fidel Gamboa, de Malpaís? Cuánto me habría gustado saber eso antes!
    Un abrazo, vecino.

    • Sí, yo estudié Historia del Arte de 1980 a 1985 en la UH; Fidel entró en segundo año y creo que estuvo hasta el final. Se sentaba a mi lado en el aula y éramos muy buenos socios. Nos hacíamos bromas todo el tiempo, nos gustaban las mismas muchachas (que generalmente era él quien se llevaba al agua). Recuerdo muchos momentos, incluso una vez que me enseñó, a la guitarra, una canción satírica sobre la Coca Cola. Años después supe que volvió a Cuba por unos días, pero ya no pude verlo. Me ha entristecido mucho su muerte. Fue un gran tipo y estoy orgulloso de haberlo conocido.
      E.

  9. Eduardo, yo soy un leslutheriano desde que ni siquiera entendía sus chistes, cuando mi primo llevó en un Orwo aquel Hacen muchas gracias de Nada, y me volví fanático incurable, un mal que contagié a mi esposa, cuando -como dices- cualquier comemierda pudo conseguir sus cintas… Y soy tan reventao que en 2009 estuve invitado en Argentina cuando estrenaban «Lutherapia» en el Rex, y mis anfitriones fueron gentiles de invitarme y cumplir mi sueño imposible… Agrego que soy también fan a tus obras -conservo uno de los pocos Libros Sucios que dejó la editorial Capiro- y una vez estuviste en la peña que yo solía conducir en la Facultad de Comunicación… Quisiera pedirte permiso para enlazar tu blog en el mio http://againcharly.wordpress.com, porque quiero compartir con mis amigos el placer de leerte… Un abrazo, Charly

    • ¿Un libro sucio? Vaya, eso es arqueología reciente.
      Yo vi Lutherapia en Santiago de Chile el año pasado, en vísperas de mi cumpleaños. Fue el regalo que me hizo Camila. Escribí algo en este blog acerca de eso, para mí es de los mejores espectáculos de LL..
      Ningún problema con que enlaces los blogs. De hecho, gracias por ello.
      Saludos
      E.

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