CHUCHERÍAS

Publicado: 05-04-2012 en Sin categoría

 A estas alturas resulta, lo reconozco, difícil de creer, pero allá va: durante mi infancia, en La Habana de los postreros sesenta y primeros setenta, a cada niño que entraba al cine el domingo atraído por la matinée, le daban, gratis, un paquetico de conos de chocolate. Por lo menos en el Acapulco de Nuevo Vedado, que era mi cine de barrio. Claro que ya desde entonces algunos cabroncetes hacían gala de un pragmatismo escasamente compatible con el Hombre Nuevo, entrando al cine para salir enseguida por una puerta lateral y volver a ponerse en la cola.

 Mi generación, que se suponía iba a ser la primera receptora de los beneficios del socialismo por el que se sacrificaron de buen grado nuestros padres (bueno, si no todos, la mayoría) tuvo todavía algunos privilegios gastronómicos. Fuimos criados con leche y carne de res; en el área de las golosinas, a esos conos domingueros se sumaban la malta, los masarreales y las legendarias naranjitas (unos dulces de sabor vagamente cítrico y forma de media luna) en la merienda, el chocolate Pionero en polvo (supuestamente para mezclar con leche pero que yo me comía a escondidas hasta que mi madre me descubría), las compotas y jugos rusos, los refrescos liberados, más tarde el Alimento Tónico Fortificante (otro chocolate, este granulado, que también era como para vaciar la lata a cucharadas), etcétera. Bien es verdad que estos manjares tenían, más allá de su ínfimo precio comercial, otro mucho más duro de pagar: el de comernos, en la vida diaria, un cable tras otro.

 No tuvimos chicle. Esa mierdita olorosa venía a ser, para quienes nos educaban, un comprimido de sociedad de consumo, una píldora venenosa que, nada más masticarla, te envenenaba la sangre de capitalismo de alto octanaje. Un recuerdo que habla por sí solo (y que estoy seguro compartirán muchos coetáneos) ha de ser de 1970, año más o menos: la primera vez que tuve un chicle en la boca. Sólo que, antes de llegar a la mía, había pasado por las bocas de una decena de niños del aula, partiendo de una matriz que debió ser el hijo de alguien que viajaba; lo que mastiqué, entonces, fue una cosa insípida, inficionada por restos de comidas ajenas. Luego, ya pasando la secundaria en la Lenin, quien viajó fue mi padre… a la URSS, de donde trajo unos chicles Adams fabricados allá (¡!) que ahorré cuanto pude: inauguraba una tableta el domingo por la noche, a la entrada del pase, y lo conservaba durante toda la semana, pegándola bajo la taquilla, como un moco, a la hora de dormir, y recobrándola a la mañana siguiente.

 Aunque existía el chocolate en polvo, no había tabletas de chocolate. A veces sacaban Peters (el nombre popular) aquí y allá, tan inesperados como una guerrilla urbana. Pero en el parque Lenin surtían (subrayo los verbos clave) a menudo. Una cola de seis horas en el parque Lenin para regresar en guagua con tres o cuatro Peters (daban dos por persona, o algo así) se consideraba una excursión afortunada.

 Recuerdo también cuando una noche (de nuevo en los tempranos setenta) mi papá, solemnemente, picó en tres porciones al final de la cena una cosa nueva que acababa de salir, y que los viejos y yo nos comimos en adoración y silencio: un queso crema. 

Como ocurrió con la utopía, la calidad y la presentación de las golosinas fue decayendo. Los caramelos degeneraron de paquetes de unidades primorosamente envueltas a una masa pringosa que se vendía por el peso. El chocolate dejó de tener una denominación concreta. Aparecieron los Extrusos de maíz (debe ser difícil encontrar un nombre comercial más espantoso, probablemente obra del mismo estro sutil que más tarde creó las Tiendas de Recuperación de Divisas) que la gente bautizó Chicoticos, hasta que terminaron por llamarse así. Pero eso fue bien avanzados los ochenta, y ya yo contaba veinticinco años o más. Daba igual. Si del Período Especial me quedó un hambre pertinaz, de mi infancia, entre otras secuelas, conservo una irrefrenable (y, a estas alturas, peligrosa) avidez por las chucherías. Tampoco es que en la Cuba de hoy haya demasiadas, pero es rara la semana en que no destino un par de Cucos para la adquisición de algún tipo de dulces o chips, que luego devoro insalubremente ante la tele. 

Como Dios manda.

 

comentarios
  1. Carbo dice:

    Eso que cuentas será verdad para tu generación de chicos en la Habana, pero no para los guajiritos. Ellos supieron lo que es polvo, pero no de chocolate. Cuba es la Habana: el resto fueron, son y serán Areas Verdes.

  2. Jorge dice:

    Se llaman Peters porque las patentizó un señor holandés de ese nombre. En los 60’s y hasta muy principios de los 70’s, el país se pudo dar el lujo de esas chucherias. Quedaban reservas acumuladas de décadas anteriores, no se habia destruido por completo las industrias, y ya contabamos con el «suero» de los bolos.
    Después vino el socialismo real del «yoni», yoni tengo peters, yoni tengo cholate pionero, ni naranjitas,
    y un big ETC

  3. dovalpage dice:

    Hola, Eduardo, he encontrado este enlace en Diario De Cuba y me has llevado de vuelta a mi infancia… tantas cosas que se me habían olvidado. En el Cinecito también daban los paquetes de chocolate; me llegó el olor del Pionero en polvo y de los peters, cómo que no. También recuerdo los quesitos crema que vendían en el parque Lenin. Tengo hambre ahora.
    Había leído un cuento tuyo divertidísimo que trataba de Nicanor O Donnel representando a unos presos muy ecológicos ellos, creo que en una colección de Siruela, y admiro mucho tu labor de guionista.
    Recibe un saludo desde Taos, Nuevo México..
    la Te

  4. Charlitos dice:

    Todavia a estas alturas hay miles de contemporaneoas de Eduardo que nunca supieron ni saben lo que es un peters o una naranjita y mucho menos un chiclet , y en muchos casos moriran sin saberlo nunca .
    Convenzase mi amigo , que hay mucha diferencia entre un niño del nuevo vedado con progenitores en la diplomacia y los niños aborigenes de Palmarito de Cambute o de Remanganaguas . Como en Rebelion en la granja , «Unos son mas iguales que otros»».

  5. no gracias dice:

    Esta historia me recordo como en mi escuela primaria (habanera) de los 80, los ninnos coleccionaban los papeles de envolturas de caramelos y golosinas que se encontraban por la calle. La mayoria no había probado nunca el contenido de los papelitos que coleccionaban.

  6. ernesto dice:

    Nada mas metaforico.Ay poseidos ni hablandoles de dulces se les quita la amargura.

    • Mariana dice:

      Yo nací en el 79, en Oriente, y recuerdo perfectamente los Peters y las africanas, el queso crema, los helados, las compotas rusas, el refresco negro, las fritas, las pizzas con yogurt, las hojuelas de maíz, los sorbetos, los caramelos, los dulces de cualquier tipo, todo vendido en establecimientos estatales y por pesos, que era la única moneda que funcionaba, al menos a niveles corrientes; de manera que los recuerdos de Eduardo no son exclusivos de los capitalinos.

      Aflojen, que es Viernes Santo.

  7. Roche dice:

    Yo soy de la generación siguiente a la de Eduardo, al menos eso pienso yo, porque en realidad no me queda muy claro cómo se determina la partenencia a una u otra generación, y también alcance a disfrutar de algunos de esos sabores. Pero también me privaron de otros sabores que cuando los descubrí me parecieron horribles, al tiempo que para mis mayores era como reecontrarse con lo divino. Ejemplos: aceituna, calamar en su tinta, camaron, langosta… En fin que el paladar también debe tener cierta libertad o entrenamiento, de lo contrario se atrofia.

  8. Juanjo dice:

    Yo realmente debo ser un poseído de gran porte, porque disfrute muy poco de esas cosas. como tampoco de las frutas, solo conocí en Cuba y con muy poca frecuencia, la naranja, el mango ,el melón y la fruta bomba, cantidad de frutas que me hablaban mis padres nunca las vi , como el madroncillo, guanábana, anón, canistel, caimito, zapote, marañón , etc, ya no ye voy a hablar de manzanas, uvas, melocotón, peras etc, porque seria una pedantería, despues fuera de Cuba las probé todas y las compro y consumo habitualmente.Creo que como las golosinas que menciona Eduardo, muchísimas otras cosas mas de todo tipo incluyendo culturales y de educación formal, se extinguieron poco a poco desde el 59 y todavía aunque queda ya muy poco se seguirán extinguiendo.

  9. Poseidísimo yo también, por Pazuzu en persona. Yo también soy de La Habana, pero de Lawton, que no será paisaje, pero Vedado no es, mucho menos Nuevo.

  10. robe dice:

    Hay en Cuba un pequeno fruto que se da silvestre ,se llama caimitillos, al menos con ese nombre se conoce en Mtz.Son alargados de color lila,mas o menos del tamaño de los fijoles colorados de los mas grandes,recolectas varios te los metes en la boca y es un chicle natural muy rico.De niño siempre lo haciamos y ni sabiamos que existia el chicle.

    • no gracias dice:

      Yo ese fruto lo conocí por fotos de revistas que guardaba mi abuela, ella me hablaba de ese y de otros frutos desaparecidos del mercado con nostalgia (zapote, marañon, albaricoque, etc). Lamentablemente nunca he podido ver un caimito «en vivo», y ahora que ya no vivo en Cuba me imagino que nunca llegaré a verlo. Me pregunto si se extinguió por completo.

      • robe dice:

        Existe el caimito que es mas grande puede ser casi del tamaño de una pelota de tenis y la planta que da este fruto es un arbol muy grande y el caimitillo ,que es del que hablo ,es mas chiquito y la planta que lo da es un pequeno arbusto silvestre.cerca de mi casa en MTZ hay de los dos.Especificamente el caimito lo comia al lado del rio canimar donde hay una arboleda y el caimitillo en los potreros.

  11. Indalecio Fotuto dice:

    Hey, Edward, I can imagine you’ re taking good care about the candies you eat… I mean, may be the candies are made of eggs!!!

  12. Juan Fernández dice:

    Lo de los dulces y golosinas es indudablemente por el bloqueo….este bloqueo también eliminó: los mejores mangos como los del caney, el marañon, el caimito, el mamey colorado, el mamey amarillo o de Santo Domingo, las ciruelas coloradas, las ciruelas amarillas, las ciruelas de cartagena, el melón de agua, el melón de castilla, el canistel, la carambola, el anón, el anoncillo, la guanábana, la chirimoya, la guayaba del perú, la fruta bomba, la piña blanca, los cocos de agua, el plátano fruta (único justificado), el tamarindo…… y hasta la sal de fruta… a tal punto llega este bloqueo que muchas veces tienen que comprar las frutas para el turismo en países vecinos. Nada, cada cosa que se hable, la culpa la tiene el bloqueo pero el bloqueo de la garrapata roja que que nos ha picado por todas partes.

  13. Juanjo dice:

    Bueno fíjate si lo del bloqueo no tiene nombre que he visto chiclets Adams y otros en los Cupet,cigarros Lucky strike, etc, usa es el primer exportador de alimentos a Cuba y el 4 socio comercial, ¡ que bloqueo ¡

  14. Lyn Leon dice:

    Esta puede ser la historia de un pais contada segun sus golosinas. Es sorprendente como ese proceso tambien cambio nuestra «dulzura».

  15. maria de los angeles batlle-soto dice:

    uds siendo de la Habana no hablan de las chucherias que se vendian en la calle, chiviricos, chicharritas, piruli, duro frio y otros que no me recuerdo el nombre

  16. maria de los angeles batlle-soto dice:

    la melcocha

  17. […] Eduardo del Llano: Chucherías: […]

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